«Cuando la niña come arroz solo, me dice ‘mamá tengo hambre'»
La niña de Anaís Mijares tiene dos años, y hace uno que los almuerzos se los dan en el comedor El milagro de la calle 10. Cuando no va, come arepa o arroz sin complementos.
“Mamá quiero más”, “mamá tengo hambre, tengo hambre”. Esas frases las repite la niña de dos años de Anaís Mijares, una mujer de 32 años que vive del trabajo a destajo y limpiando casas. Su historia es el vivo reflejo de la pobreza extrema.
En el cerro que inicia al final de la calle 10 de los Jardines de El Valle, entre casas a medio construir con bloques y platabandas, se sostiene un rancho de dos pisos. En esos dos espacios viven nueve adultos y ocho niños, todos en situación de total precariedad.
Anaís y su hija forman parte de esa familia, donde todos dependen del trabajo informal, y duermen hacinados en colchonetas. La casa construida sin ningún tipo de planificación con tablas y zinc, tiene el piso de tierra con algunos pedazos de cemento. Otros los cubren con una alfombra de plástico que asemeja la grama.
No tienen muebles, ni nevera. Los pocos taburetes fueron hechos con material reciclado, también hay una cocina vieja y un fregadero que usan cuando hay agua. Esto se repite con la cocina, solo la usan cuando pueden comprar la bombona del gas, que consiguen a un precio de dos dólares.
“No podemos comprarla la mayoría de las veces”, dijo Luisa de Mijares, la abuela de Anaís, quien con cada palabra se lamentaba por su situación. Mientras hablaba, sus ojos negros arrojaban destellos de tristeza y preocupación.
Luisa gesticulaba poco al dar alguna respuesta. Las manos se mantenían inmóviles, simulando tenerlas atadas por la crisis que padece. No dijo «tengo hambre», pero el silencio revelaba su necesidad.
“No podemos comprar comida, muchas veces no tenemos, siempre me dicen: tengo hambre”, repitió en voz baja.
El lenguaje corporal de Anaís, en cambio, fue más expresivo: a cada rato se llevaba la mano derecha a la cabeza y se sobaba el pelo. “Imagínese, cuando no vamos al comedor, ya tengo un año yendo, comemos arroz solo. Por ejemplo, en la mañana les di las arepas solas. Por eso siempre quedan fallos, y lo dicen a cada rato: tengo hambre”.